La última vez que participé en un tribunal de oposiciones –el verano pasado- un candidato se vio en verdaderos apuros a la hora de defender su examen: su tema era bueno y a la vista de la documentación y el sistema de organizarse se diría que había trabajado profusamente en la programación y en la búsqueda de materiales para las unidades didácticas, sin embargo se quedó sin voz.
Se creó una situación muy complicada porque se entiende que el opositor tiene que demostrar tanto sus conocimientos como sus cualidades didácticas –sobre todo estas últimas –en su exposición oral y, en consecuencia, la voz es una herramienta indispensable de la prueba, tanto que ni siquiera está prevista una opción alternativa.
Durante su tiempo de exposición, este opositor tuvo que parar varias veces, bebió agua y se le ofrecieron caramelos hasta que finalmente a duras penas terminó una presentación que evidentemente desmereció el trabajo previo realizado.
Los profesores sabemos que la voz es imprescindible en nuestro trabajo; muchos hemos experimentado el bochorno de quedarnos sin voz en mitad de una clase, no obstante no se puede comparar  con la angustia que supondría sufrir este trastorno en una situación tan decisiva como es una oposición. Por tanto, recomiendo no descuidar este aspecto: ojo con las temperaturas; la baja humedad medioambiental; las bebidas muy frías o muy calientes; con practicar en voz alta de forma abusiva en los días previos  a la encerrona; y con el tabaco y el alcohol.
Es interesante entender el funcionamiento de nuestra voz, pero además sorprende la variedad de aspectos de nuestro comportamiento que influyen en el cuidado de nuestras cuerdas vocales.
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